Descripción general



"También resultan de interés los planetas que tienen diámetros visibles. De los existentes: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno, observé con mayor cuidado a Venus, notando que presentaba fases, parecidas a las fases de la Luna. Y descubrí, al observar a Júpiter, que estaba rodeado por cuatro lunas. Al contemplar Saturno noté que, curiosamente, parecía cambiar de forma. A veces se ve más redondo, y en otras ocasiones se observa achatado."

Galileo Galilei



Como consecuencia de la rotación de la Tierra sobre sí misma, desde su superficie terrestre un observador percibe que el cielo gira; las estrellas se mueven en conjunto, es decir, sin romper su configuración en las constelaciones. Por esta razón, las estrellas recibieron el nombre de astros fijos: tal como si estuviesen adheridas a la esfera celeste y se movieran con ella.

Sin embargo, no todos los puntos luminosos del cielo nocturno son estrellas ni permanecen fijos para un determinado observador. Algunos de ellos, observados durante varias noches consecutivas, permiten advertir un desplazamiento particular sobre el fondo uniforme de estrellas: son los planetas. La palabra planeta tiene su origen en un vocablo del griego antiguo que significa "astro errante" y dio cuenta de la propiedad de desplazarse que tienen ciertos cuerpos entre las estrellas del cielo nocturno.

Los planetas son objetos cuya superficie es fría, en equilibrio térmico con la radiación solar que recibe; no generan luz y brillan reflejando la luz del Sol. El brillo aparente de un planeta varía según sea la distancia a la que se encuentre de la Tierra.

Los planetas conocidos son satélites naturales del Sol o bien satélites de otros planetas; por esta razón no tiene sentido distinguir unos de otros, ya que alrededor del Sol giran "pequeños planetas" de tamaño inferior a la Luna o al de algunas lunas de Júpiter o Saturno. Los nombres de los planetas principales (visibles a simple vista) fueron asociados con dioses de la antigüedad: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno; éstos, junto con el de la Luna y el del Sol, inspiraron los nombres de los siete días de la semana en una gran cantidad de idiomas.

Hasta el siglo XV la Tierra era considerado el astro central del universo, a cuyo alrededor giraban los restantes planetas y la esfera de las estrellas fijas (configuración conocida como sistema geocéntrico);. No debiera sorprendernos que aún hoy, esta falsa hipótesis resulte un hecho evidente para un observador que por primera vez contempla el cielo, ya que no hay una evidencia directa (observacional) que pueda mostrar la falsedad de esa hipótesis; no se manifiesta ningún indicio inmediato que permita alguna otra explicación.

Sin embargo, el rápido desarrollo de las técnicas de observación y de los métodos deductivos, han conducido a ideas bastante más complejas acerca del universo que nos rodea y de la posición que ocupa la Tierra en el mismo.

Vistos desde la superficie terrestre, los cinco planetas mencionados describen trayectorias no muy simples en el cielo visible; esas trayectorias son el resultado de la proyección sobre el cielo, de sus respectivas órbitas en torno al Sol, al mismo tiempo que nosotros (en la Tierra) también estamos en movimiento.

Ptolomeo (año 137) diseñó un esquema geométrico y dinámico para explicar el movimiento de los planetas: supuso la Tierra ubicada en un centro y al Sol, la Luna y los planetas, girando a su alrededor en trayectorias (órbitas) circulares; más allá, se ubicaban las estrellas.

Este modelo supervivió durante siglos, más precisamente hasta la aparición de Nicolas Copérnico (1473-1543), quien enuncia un nuevo sistema, en el cual sugiere colocar el Sol en el centro y considerar que la Tierra y los demás planetas giran a su alrededor. De esta manera, el Sistema Solar resultó bastante más simple de comprender.

Con el Sol en el centro del conjunto planetario, la Tierra era ahora el tercer planeta en distancia desde él, luego de Mercurio y Venus. Después se ubica Marte, Júpiter, y por último Saturno; a su vez, la Luna comenzó a considerarse un satélite de la Tierra que giraba a su alrededor; en este modelo, las trayectorias seguían considerándose circulares.

La observación de las fases de Venus (similares a las fases lunares) descubiertas en 1610 mediante el uso "por primera vez" de un telescopio, por Galileo Galilei (1564-1642), confirmaron las ideas de Copérnico sobre la estructura del Sistema Solar.

En la misma época, Johannes Kepler (1571-1630) describió el movimiento planetario por medio de tres leyes fundamentales y desde entonces no quedaron dudas sobre cómo era el movimiento del sistema. Lo que hizo Kepler fue considerar que las órbitas de los planetas alrededor del Sol son elipses (que son figuras elongadas y cerradas) y no circunferencias como se había supuesto. Cabe destacar que aún hoy, las leyes de Kepler permiten no sólo explicar con bastante precisión la trayectoria de los planetas, sino también describir y calcular el recorrido de las naves espaciales.

Más tarde, en 1781, W. Herschel (1738-1822) descubre observacionalmente un nuevo planeta más allá de Saturno: Urano. Desde 1801, se comenzaron a descubrir pequeños planetitas entre Marte y Júpiter, llamados genéricamente asteroides. El primero en ser hallado y también el de mayores dimensiones, se denominó Ceres.

En 1845, 64 años después del descubrimiento de Urano, los astrónomos U. Leverrier (1811-1877) y J. Adams (1819-1892) calcularon, independientemente uno del otro, la posición que debería tener un nuevo y desconocido gran planeta que explicara las perturbaciones que aparecían en el movimiento de Urano. Determinaron la ubicación que debía tener en cierta época y en qué momento se debería buscarlo en el cielo; ese planeta postulado teóricamente fue descubierto inmediatamente en el lugar indicado por Adams y Leverrier; se lo denominó Neptuno, siguiendo la tradición de adjudicarles nombres de dioses antiguos.

PlanetaDistancia del Sol
(en millones de Km)
Mercurio57,9
Venus108,2
Tierra149,6
Marte227,9
Júpiter778,3
Saturno1.429
Urano2.875
Neptuno4.504
Plutón5.915

En esta rápida descripción de cómo fue extendiéndose el Sistema Solar no se mencionó el descubrimiento de satélites naturales, que comenzara cuando Galileo visualizó cuatro lunas en Júpiter, y que continúa hasta el presente a través de misiones espaciales interplanetarias y observaciones telescópicas. Tampoco se han mencionado aquí a los cometas.

Contamos entonces con nueve cuerpos principales (planetas), varias decenas de otros que giran en torno a los mismos (lunas) y miles de pequeños cuerpos (asteroides y cometas), todos en movimiento alrededor del Sol.

Los cometas se siguen encontrándose periódicamente y a medida que se perfeccionan los instrumentos de rastreo se hallan más y más asteroides. Inmediatamente surge el inquietante interrogante: Habrá un décimo planeta? Ciertas perturbaciones en la órbita de Plutón parecen deberse a un cuerpo celeste más lejano que posiblemente sea un planeta. Sin embargo, a pesar de que numerosas investigaciones se realizan en su búsqueda (tanto teóricas como observacionales), hasta ahora han sido infructuosas.


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